lunes, 21 de marzo de 2011

Todo perfecto.

Te quiero, sin reflexionar, inconscientemente, irresponsablemente, espontáneamente, involuntariamente, por instinto, por impulso, irracionalmente. En realidad no tengo argumentos lógicos, ni siquiera improvisados. Sólo sé que te quiero. Nunca pensé que fueras a ser tú, pero lo eres. Eres tú y tu manera de hacer las cosas. Tu forma de mirarme, tu risa, tus gestos, tu pelo. Porque se me acabaron las excusas, y ya no puedo decir: "si tu supieras", porque lo sabes, porque me conoces, porque si piensas que he cambiado de opinión, lo siento... sigo pensando que eres lo más importante. Tengo tantas cosas que decirte, que no sé por dónde empezar. Y puede que si me pusiera a escribírtelas una a una, me quede en blanco, lo más seguro. Quizás sea el momento de darte las gracias por todo este tiempo que pasamos juntos, por convertirte en una droga para mi, mi marca perfecta de heroína. Es posible que sea el momento adecuado para decirte, asegurarte, que en esta vida ya no quiero otros besos, ni otros abrazos, ni otro número de teléfono al que llamar por las noches, ni otra voz a la que hablar. No quiero otros sueños, me gusta lo que sueño. Porque mi vida empezó el día en que te conocí: tú me enseñaste a vivir. Y ahora por primera vez, si que te aseguro que soy pequeña; porque necesito esa confianza que me dabas.

miércoles, 5 de enero de 2011

En realidad, soy transparente.

Descubrirías que me gustan los pequeños detalles, si te hubieras fijado en que jamás tuve las manos grandes. Y si abrieras el primer cajón de mi escritorio, entenderías todas aquellas cosas que quedaron por decir, e incluso si te atrevieras a abrir el armario blanco de la cocina, sabrías que me encantan las galletas de dinosaurios. Puede que si cogieras mi reproductor de música, entendieras la banda sonora de mi vida, e incluso es probable que si un día miraras la papelera de mi habitación, te asustaras al ver todos los gritos que he callado. Llega hasta mi parque, siéntate a mi banco, y sabrás las mil cosas que nunca me atreví a contarte. Coge mis pinturas, y entenderás que mis dibujos siempre hablan de mí, incluso cuando a ti te parecen tan solo garabatos de locura. Pon el ojo en mi cámara y mira el mundo a mi manera, puede que así comprendas todos mis miedos. Ve, coge mi álbum de fotos y sabrás de qué hablo, cuando digo que no podría vivir sin mis recuerdos. Pasa el dedo por mis uñas, así quizás entiendas que soy frágil y me consumen los nervios, o simplemente cierra los ojos, pon las manos en mis mejillas y sabrás si la vergüenza ha desaparecido. Acércate a mi cuello y te hablará de mis sensaciones. Pero si quieres, olvídate de todo lo demás, y mírame a los ojos.

Alguien.

Lo curioso de las personas importantes, es que llegan en el momento más inesperado. Aparecen una mañana y ¡plof! lo cambian todo. Y te dan mil motivos para sonreír por las mañanas sin que se lo pidas, porque no les hace falta, el mero hecho de que sonrías ya es en sí su recompensa. Y te harán llorar, muchas veces, muchísimas, pero puedes estar tranquilo, que después se encargarán de secarte las lágrimas y no te pedirán nada a cambio. Pero de todas las personas importantes que haya en tu vida, habrá una que las duplicará a todas, porque es la que llega y te abraza por la espalda, te llama pequeñaja y te muerde un moflete. Y te enfadarás ochenta veces y le gritarás quinientas, pero sólo tiene que poner la boca cerquita de la tuya que se te va a olvidar. Esa es la persona clave, el quid de la cuestión, la respuesta a preguntas que ni siquiera habías hecho y el remedio para la enfermedad que no sabías que tenías. Y se convierte en imprescindible.

domingo, 2 de enero de 2011

No me expongas corazón.

Ya no latas, corazón, ni te alteres con sus ojos.
No te aceleres. Con su tacto, no te aceleres. No expongas lo que siento cuando siente. No reveles lo que llevo en la mente.

Ya no latas, corazón, cuando veas esos labios y controla con atención mi cuerpo entregado. No grites la emoción guardada en mi pecho y no me cortes la respiración cuando toque su cabello.

No me expongas, corazón, porque puede cuestionarme y querrá saber la razón por la que lates. No me expongas en su presencia y mucho menos cuando me abrace. No le digas que lo quiero pero que temo amarle.

Ya no latas, corazón, ni busques su mirada. Que no note con su tacto que tu ritmo cambia. Que el frenesí no te impida controlar nuestros latidos. Que la pasión no te ciegue cuando busques el camino.

Ya no latas, corazón, no nos mates.
No expongas mi confusión ni lo que queda del arte. Y si lates aún más fuerte que como latías antes, no ocultes el amor ni su nombre ni la imagen.